En lenta ruina desde tiempos lejanos, carece
ya de la importancia artística que tuvo antaño,
pero mantiene el interés suficiente
para merecer su perduración.
Hoy sólo son descarnados muros
encerrando un desolado interior en el cual la falta de tejado ha permitido
el derrumbe completo del que son testigos amenazadores varias vigas
quebradas que cuelgan de la altura peligrando caídas progresivas.
Todo el entorno es un amplio campo de escombros, ocupado ya mas por
cascajosa pradera tapizada por leñosos hierbajos. Fue un importante centro
franciscano, el cual tuvo a su cargo el culto de la venerada imagen de
Nuestra Señora del Valle. El convento se deshizo rápidamente tras la
exclaustración, reaprovechándose sus piedras para construcciones del pueblo.
La iglesia duró mucho más, permaneciendo íntegra hasta pasada la primera
mitad del siglo actual, pues siguió como frecuentado santuario, centro de
devoción mariana de la comarca. Si interior contenía como preciada joya un
lujoso artesonado ochavado, con pechinas de lazo y paneles de tracerías
góticas. Contaba con una rica policromía, predominando el oro y el rojo. En
su base destacaba un ancho friso de yeso profusamente tallado.
Era por tanto, una de las armaduras
gótico-mudéjares mas hermosas de la provincia. Pese a no hallarse
aquí, no ha desaparecido, pues al construirse el parador de turismo de
Benavente se instaló en la torre del Caracol del viejo castillo,
arrancándose del lugar para el que
fue creada con la prístina disculpa de que el santuario estaba
semiabandonado y mostraba incipiente ruina. Al ser desmontada esta
techumbre, la cual cubría la capilla principal, ninguna otra se puso como
sustitutiva y todo lo
demás lentamente fue hundiéndose. Ahora, con las puertas reventadas,
entramos |
en
una amplia nave cubierta por los derrumbes pertenecientes a las bóvedas del
siglo XVIII, en una lastimosa destrucción que aún no ha hallado un
equilibrio estable; ya hemos señalado los pedazos de vigas colgando,
moviéndose peligrosamente incluso con leve viento.
Tenemos que olvidar este interior, dominar el pesar y superar
nuestra impotencia ante tanto abandono, recordando únicamente que fue
panteón de los primeros condes de Benavente, de los cuales hubo varios
sepulcros al lado de la capilla mayor, en los que lucían con orgullo los
blasones de los Pimenteles. Contemplamos ahora la única parte que aún se
muestra altanera, la fachada principal. Se proyecta coronando corta pero
difícil cuesta, ganando con ello mas majestad y esbeltez. Conserva bien su
estructura, realizada fundamentalmente en manpuesto, contando con cantería
en las esquinas y partes decoradas. Son estas partes, una gran puerta de
medio punto enriquecida con imposta que enlaza a dos pilastras cajeadas, las
cuales terminan en un acusado entablamento que parte la fachada en dos
mitades. Por encima vuelven a aparecer de nuevo otras dos pilastras mas
cortas, en línea con las inferiores, sirviendo de marco al cuerpo central.
Allí vemos una gran ventana junto a dos hornacinas vacías, además de
quebrada decoración continuada encima por florones y blasón junto a otro
alto nicho ya bajo el ángulo de remate. Complemento esencial es el esbelto
campanario situado al lado derecho y alzado posiblemente al mismo tiempo y
con el mismo estilo. Tras un desarrollado cuerpo bajo, levemente dividido
por mínimo resalte, se eleva, tras moldura sobrevolada, el cuerpo de las
campanas creado con cuidada sillería, lanzando un arco en cada cara con
marco lateral. Como coronamiento existe un bulboso chapitel cupulado de
planta cuadrada, al cual le falta el
remate superior. Guardan estos restos porte suficiente para mostrar una
monumentalidad digna de protección, ya que es una de las fachadas de
calidad mas notable entra las no |
medievales de toda la
provincia.
Situado todo ello en las cercanías del pueblo, pero lo
suficientemente alejado para estar ya, en pleno campo, se rodea de un
agradable paisaje con despejadas vistas , las cuales se engrandecen si
ascendemos a lo alto del cerro situado a sus espaldas. Allá arriba
topamos con una cruz de piedra, conocida como la Cruz Verde. Está recortada
en una gruesa losa en la cual se formó con dificultad el signo cristiano.
Inclinada y humillada por olvidos y abandonos, ya no ofrece la verticalidad
soberbia que poseyó en origen.
Al volver al pueblo comprobamos que no es la única esta ruina. La
ermita situada a la salida por el otro camino es también un desolado
abandono. Nunca fue sólida, los materiales con los que fue construida era
tapial y adobe, pero su endeble consistencia cayó por la desidia y el
abandono. Otro tanto pasó con la primitiva iglesia parroquial, también
desmantelada, por lo que hubo que construirse una nueva. De la antigua
permanece la gran espadaña, recio paredón de acusada fortaleza siguiendo
estilo común a muchas mas de lugares cercanos, pero carente de cualquier
delicada finura, imposible de conseguir con la áspera piedra y el rojizo
mortero utilizados en su alzado. A pesar de la dignidad del edificio recién
hecho, no se llega a alcanzar el ambiente cargado de espiritualidad que
encerraron los otros quebrados muros, dignificados por tantas oraciones y
tanta tradición acumulada. Otra vez la sustitución resultó inferior al
original.
J.SAINZ |