MEMORIAS DE UN VIEJO FRAILE UN TANTO DESMEMORIADO-DOS
por Luis Rubio

   
    Hola, amigos. Bienvenidos de nuevo a San Román, y a estas ruinas del Convento, en este vuestro peregrinar por el Valle de Nuestra Señora. Os habla de nuevo el viejo fraile un tanto desmemoriado que ya el año pasado os contó algo de nuestra historia. Este año estoy dispuesto a exprimir mis meninges recordándoos cosas, tristes las más y alegres algunas, como la vida misma, de nuestros últimos años aquí pasados.

    Este año de 2008 tengo muy vivos aún los recuerdos de los dramáticos días de hace 200 años, en que sufrimos también aquí las tribulaciones de la guerra contra franceses, de cuyo comienzo en Madrid el 2 de mayo de 1808, acabáis de hacer conmemoración.

1. Ya los años anteriores la vida se nos iba haciendo cada vez más difícil. Las rentas de los campos que poseíamos eran cada vez mas escasas, pues muchos de nuestros renteros no nos las pagaban, a veces por las malas cosechas, a veces por imposibilidad, debido también a los crecientes impuestos con que los gravaba el Gobierno, a veces por simple "picardía", conocedores de que no teníamos medios adecuados para exigírselas. El caso es que la situación llegó a extremos tales que se llegó a tener que racionar la comida para los 24 frailes que a la sazón aquí morábamos, en estos términos: "que ningún religioso, desde el mas graduado y distinguido hasta el mas ínfimo lego pretenda exigir de las oficinas (las oficinas eran las despensas) de los conventos vino ni otra cosa, a mas de agua, lo que justa y religiosamente le corresponde según la consideración y arreglada moderación con que en este asunto tan interesante al bien y conservación temporal de nuestros conventos se han conducido nuestros mayores y aún se conducen los religiosos maduros y reflexivos" (Cap. Prov. 14 Nov. 1796, Libro Mondoñedo, Arch. Dioc. Astorga (ADA R-12, folio 25)
    La situación se agravó años mas tarde, con motivo de la guerra, de manera que se dispuso "no dar mas de un cuartillo de vino" (a cada uno), y se prohibió "
todo extraordinario (en las comidas) y chocolate, excepto en los días señalados" (Ibid. Folio 79, Cap. Prov. 25 junio 1808). Y todavía algunos años después, en 1825, el dispensero llevado de su afán de ahorrar, aprovechaba hasta el vino ya picado, por lo que se le obliga, -y pocas veces recibimos una orden con tanto aplauso-, a que "los 200 y mas cántaros de vino añejo los beneficie del mejor modo que pueda y nos los dé a beber a la comunidad por haber manifestado el P. Capitular de dicho Convento no ser vino saludable y de paso, que dé ración de pan, vino y carne a la comunidad, pues además de ser esta la obligación de todo prelado local, conseguirá ahorrar botica y conservará la salud de sus individuos. Que en cuanto a la ración de carne debe dar la cantidad necesaria a cada individuo para su decente manutención, y nunca podrá rebajarlas sino que sea con expreso consentimiento de cada uno de ellos la cantidad de tres cuartos gallegos de carne al mediodía y ración de tocino y media libra gallega a la noche", y, en otro orden de cosas manda "que dicho Ministro (el Superior de la casa, de debía ser un poco tacaño, esto es de mi cosecha) haga encender el farol del Claustro al toque de oración y conservarlo encendido hasta el Alba" (Disp. Cap. Prov. De 22 de act. 1825, ADA folio 178).
    A pesar de la penuria, y considerando como fundamental en nuestra vida el culto del Señor, en el Capítulo Provincial celebrado el año 1801 en este Convento, del 6 al 13 de mayo -como pueden comprenderlos vecinos de este Valle, las fechas coinciden con las de la fiesta de la Virgen-, se resolvió y mandó que "
en el convento del Valle escriba el P. Ministro al organero de Logroño a fin de que componga el órgano con seguridad cuanto antes sea posible" (Acta del Capítulo, folio 45, ADA). Se cumplió así el deseo que había sido expresado ya algunos años antes, en 1794, junto a la necesidad de fundir una de las campanas que se había resquebrajado debido a un rayo caído en la torre (Ibid,. folio 20).
 
2. En el Cap. Prov. celebrado en noviembre de 1799, ya no recuerdo si debido a que nosotros salíamos por cualquier motivo del recinto conventual, o porque el paisanaje comenzaba a entrar con excesiva facilidad y confianza en dicho recinto, nos fueron señalados los límites de nuestra clausura fuera de los cuales no se nos permitía salir sin permiso expreso del Superior, límites establecidos en estos términos: "
en el Valle (convento) toda la delantera de el Convento hasta el palomar y todo el terreno que se sigue desde este hasta la cueva y el que media desde el atrio de la iglesia hasta el estanque o charca inmediata a la huerta, la que está igualmente comprendida en los términos de la clausura de dicho convento" (Ibid,. folio 43).

3. Lo mas interesante de este periodo último de nuestra historia tiene que ver con las condiciones debidas a la situación de la patria en la que ahora conocéis como la "guerra de la independencia", provocada por el levantamiento del pueblo de Madrid contra la ocupación de la península por parte del ejército francés a raíz del 2 de mayo de 1808, y que como sabéis se prolongó, con muy variada suerte hasta 1814.
    En primer lugar, se acrecentaron las dificultades de alimentación, también por la necesidad de contribuir a l
os gastos de la guerra, de manera que nuestra ración diaria se redujo aún mas, quedando establecida en estos términos: "no dar mas de un cuartillo de vino; se prohibe todo extraordinario y chocolate, excepto los días señalados" (Cap. Prov. 25 junio 1808 Ibid. folio 79). En el mismo Capítulo se nos urgió a prestar nuestro apoyo efectivo a la guerra, superando el trastorno que esto iba a suponer para nuestra vida reglamentada, a que "quando se ofreciere transitar tropas... pongan todos los auxilios posibles, especialmente alojamiento, letrinas, luz y comida" (Ibid. Folio 79).
    Asimismo recibimos una invitación de parte de nuestro Superior General, el P. Azevedo, en su Carta Pastoral de 2 de octubre de 1808, a "
aceptar y ofrecerse para capellanes en los ejércitos; los "legos", para enfermeros; los "donados" (eran los que residían en los conventos en orden a ingresar en la vida religiosa) o "novicios" útiles para las armas" (Folio 88); unos y otros aceptamos de buen grado dicha invitación, aunque mi memoria no me permite deciros ahora cuántos y quiénes la secundaron de los 28 que entonces morábamos en este convento.
    Lo peor ocurrió cuando el propio ejército francés transitó por este Valle, desde Benavente camino de Astorga para enfrentarse al ejército hispano-inglés en una memorable jornada en esta ciudad. Todavía tengo entendido que se contaba entre los mas viejos del lugar, transmitido por la tradición oral, de como en este paso nuestros vecinos del Valle se vieron obligados a entregar cerdos, gallinas, cereales, legumbres, quesos, vinos lo que constituían sus menguadas reservas de sobrevivencia, y de la industria de que se servían para ocultarlas al ojo inquisidor del francés.
    Para nosotros la preocupación fundamental era que pudieran profanar el santuario, que saquearan el convento, destruyendo, quemando, y apoderándose de las cosas de valor, como sabíamos que venían
haciendo por donde quiera que pasaban. Nuestra sorpresa y alegría fueron enormes cuando pasaron por nuestra puerta, por este mismo camino, y pasaron de largo. Ved con canta satisfacción lo describe nuestro Padre Provincial algún tiempo mas tarde en una Carta en que informa a la Provincia. "Es verdad que nuestro convento del Valle tuvo a sus puertas estas fieras de la humanidad pero gracias a la infinita misericordia del Señor y a la intervención de su Madre, que con este título se venera en aquel antiguo convento, no llevaron a [término] (palabra confusa en el original) la maldad; una mano oculta sin duda los detuvo para que no llegaran a profanarlo ni robarlo aunque hallaron por [desgana/deshonor/descuido] (palabra también confusa en el original) o por casualidad francas las puertas de aquel augusto santuario" (carta fechada el 27 de junio 1808) (Ibid. Folio 82).
    Quien sabe si algunos meses mas tarde, el propio napoleón en persona, no pisaría este mismo camino, pues consta que en febrero de 1809 viajó desde Madrid a Astorga, y no existiendo aún la carretera actual, bien podría haber utilizado el camino de Patacorines, a la calzada real, del que conserváis por estas tierras todavía la memoria viva de su trazado.

4. No quería terminar esta segunda entrega de mis desmemoriadas Memorias sin deciros como encontramos almas generosas que cuidaron de nuestro convento. En concreto quiero expresar aquí mi agradecimiento y rendir el mismo homenaje que rindieron nuestros frailes contemporáneos, al párroco de S. Román, -D. jerónimo Gómez se llamaba el-, gracias a cuyos desvelos se conservó todo en buen estado durante los disturbios de los años de la guerra, cuando nosotros, o por incapacidad, a por haberlo casi abandonado sirviendo a los ejércitos, como os dije antes, no pudimos cuidar adecuadamente de él. En el primer capítulo provincial que se celebra al terminar la guerra, en la sesión del día 31 de agosto de 1815, consta en el Acta lo siguiente: "Informado el Muy Reverendo Definitorio (el el nombre que recibe el Capítulo Provincial) de lo mucho que se debe al celo y actividad del Sr. D. Jerónimo Gómez, Cura párroco de S. Román del Valle, en la conservación de aquel convento y de muchas de sus alhajas (sic) tubo(sic) a bien determinar como un pequeño rasgo de gratitud que en dicho convento se le hagan los oficios de entierro, honras y cabo de año con aplicación de tres misas por cada individuo al tiempo de su fallecimiento, y que el R.P. Ministro del expresado convento le haga presente lo que aquí contenido y mandado y le dé las gracias en nombre de toda la Provincia" (Ibid. folio 131)

    Ya veis, pues. Entre gozos y muchos dolores fuimos peregrinando por estas tierras los años anteriores a nuestra desaparición forzada y al despojo total que sufrimos, como bien sabéis, no ya por los franceses, ni por motivos de la guerra, sino por razones ideológicas o económicas, perpetrado por nuestros propios gobernantes, cuyo efecto son las ruinas que contempláis y lamentamos.
    Me alegra comprobar que seguís peregrinando y haciendo memoria de nuestra identidad, y os deseo que siendo inevitables los cansancios y dificultades del camino, el gozo del encuentro y la alegría misma de la peregrinación os acompañen hasta vuestra nueva etapa en Paladinos.


Luis Rubio - Año 2008

[ir a la primera parte de MEMORIAS DE UN VIEJO FRAILE UN TANTO DESMEMORIADO]