1. Ya los años anteriores la vida se nos iba haciendo cada vez más
difícil. Las rentas de los campos que poseíamos eran cada vez mas
escasas, pues muchos de nuestros renteros no nos las pagaban, a veces
por las malas cosechas, a veces por imposibilidad, debido también a los
crecientes impuestos con que los gravaba el Gobierno, a veces por simple
"picardía", conocedores de que no teníamos medios adecuados para
exigírselas. El caso es que la situación llegó a extremos tales que se
llegó a tener que racionar la comida para los 24 frailes que a la sazón
aquí morábamos, en estos términos: "que
ningún religioso, desde el mas graduado y distinguido hasta el mas
ínfimo lego pretenda exigir de las oficinas (las oficinas eran las
despensas) de los conventos vino ni otra cosa, a mas de agua, lo que
justa y religiosamente le corresponde según la consideración y arreglada
moderación con que en este asunto tan interesante al bien y conservación
temporal de nuestros conventos se han conducido nuestros mayores y aún
se conducen los religiosos maduros y reflexivos"
(Cap. Prov. 14 Nov. 1796, Libro Mondoñedo, Arch. Dioc. Astorga (ADA
R-12, folio 25)
La situación se agravó años mas tarde, con motivo de la
guerra, de manera que se dispuso "no dar mas de un cuartillo de vino" (a
cada uno), y se prohibió "todo
extraordinario (en las comidas) y chocolate, excepto en los días
señalados" (Ibid.
Folio 79, Cap. Prov. 25 junio 1808). Y todavía algunos años después, en
1825, el dispensero llevado de su afán de ahorrar, aprovechaba hasta el
vino ya picado, por lo que se le obliga, -y pocas veces recibimos una
orden con tanto aplauso-, a que "los
200 y mas cántaros de vino añejo los beneficie del mejor modo que pueda
y nos los dé a beber a la comunidad por haber manifestado el P.
Capitular de dicho Convento no ser vino saludable y de paso, que dé
ración de pan, vino y carne a la comunidad, pues además de ser esta la
obligación de todo prelado local, conseguirá ahorrar botica y conservará
la salud de sus individuos. Que en cuanto a la ración de carne debe dar
la cantidad necesaria a cada individuo para su decente manutención, y
nunca podrá rebajarlas sino que sea con expreso consentimiento de cada
uno de ellos la cantidad de tres cuartos gallegos de carne al mediodía y
ración de tocino y media libra gallega a la noche",
y, en otro orden de cosas manda "que
dicho Ministro (el Superior de la casa, de debía ser un poco tacaño,
esto es de mi cosecha) haga encender el farol del Claustro al toque de
oración y conservarlo encendido hasta el Alba"
(Disp. Cap. Prov. De 22 de act. 1825, ADA folio 178).
A pesar de la penuria, y considerando como fundamental en
nuestra vida el culto del Señor, en el Capítulo Provincial celebrado el
año 1801 en este Convento, del 6 al 13 de mayo -como pueden
comprenderlos vecinos de este Valle, las fechas coinciden con las de la
fiesta de la Virgen-, se resolvió y mandó que "en
el convento del Valle escriba el P. Ministro al organero de Logroño a
fin de que componga el órgano con seguridad cuanto antes sea posible"
(Acta del Capítulo, folio 45, ADA). Se cumplió así el deseo que había
sido expresado ya algunos años antes, en 1794, junto a la necesidad de
fundir una de las campanas que se había resquebrajado debido a un rayo
caído en la torre (Ibid,. folio 20).
2. En el Cap. Prov. celebrado en noviembre de 1799, ya no recuerdo si
debido a que nosotros salíamos por cualquier motivo del recinto
conventual, o porque el paisanaje comenzaba a entrar con excesiva
facilidad y confianza en dicho recinto, nos fueron señalados los límites
de nuestra clausura fuera de los cuales no se nos permitía salir sin
permiso expreso del Superior, límites establecidos en estos términos: "en
el Valle (convento) toda la delantera de el Convento hasta el palomar y
todo el terreno que se sigue desde este hasta la cueva y el que media
desde el atrio de la iglesia hasta el estanque o charca inmediata a la
huerta, la que está igualmente comprendida en los términos de la
clausura de dicho convento"
(Ibid,. folio 43).
3. Lo mas interesante de este periodo último de nuestra historia tiene
que ver con las condiciones debidas a la
situación de la patria en la
que ahora conocéis como la "guerra de la independencia", provocada por
el levantamiento del pueblo de Madrid contra la ocupación de la
península por parte del ejército francés a raíz del 2 de mayo de 1808, y
que como sabéis se prolongó, con muy variada suerte hasta 1814.
En primer lugar, se acrecentaron las dificultades de
alimentación, también por la necesidad de contribuir a los
gastos de la guerra, de manera que nuestra ración diaria se redujo aún
mas, quedando establecida en estos términos: "no
dar mas de un cuartillo de vino; se prohibe todo extraordinario y
chocolate, excepto los días señalados"
(Cap. Prov. 25 junio 1808 Ibid. folio 79). En el mismo Capítulo se nos
urgió a prestar nuestro apoyo efectivo a la
guerra, superando el trastorno que esto iba a suponer para nuestra vida
reglamentada, a que "quando
se ofreciere transitar tropas... pongan todos los auxilios posibles,
especialmente alojamiento, letrinas, luz y comida"
(Ibid. Folio 79).
Asimismo recibimos una invitación de parte de nuestro
Superior General, el P. Azevedo, en su Carta Pastoral de 2 de octubre de
1808, a "aceptar
y ofrecerse para capellanes en los ejércitos; los "legos", para
enfermeros; los "donados" (eran los que residían en los conventos en
orden a ingresar en la vida religiosa) o "novicios" útiles para las
armas"
(Folio 88); unos y otros aceptamos de buen grado dicha invitación,
aunque mi memoria no me permite deciros ahora cuántos y quiénes la
secundaron de los 28 que entonces morábamos en este convento.
Lo peor ocurrió cuando el propio ejército francés transitó
por este Valle, desde Benavente camino de Astorga para enfrentarse al
ejército hispano-inglés en una memorable jornada en esta ciudad. Todavía
tengo entendido que se contaba entre los mas viejos del lugar,
transmitido por la tradición oral, de como en este paso nuestros vecinos
del Valle se vieron obligados a entregar cerdos, gallinas, cereales,
legumbres, quesos, vinos lo que constituían sus menguadas reservas de
sobrevivencia, y de la industria de que se servían para ocultarlas al
ojo inquisidor del francés.
Para nosotros la preocupación fundamental era que pudieran
profanar el santuario, que saquearan el convento, destruyendo, quemando,
y apoderándose de las cosas de valor, como sabíamos que venían
haciendo
por donde quiera que pasaban. Nuestra sorpresa y alegría fueron enormes
cuando pasaron por nuestra puerta, por este mismo camino, y pasaron de
largo. Ved con canta satisfacción lo describe nuestro Padre Provincial
algún tiempo mas tarde en una Carta en que informa a la Provincia. "Es
verdad que nuestro convento del Valle tuvo a sus puertas estas fieras de
la humanidad pero gracias a la infinita misericordia del Señor y a la
intervención de su Madre, que con este título se venera en aquel antiguo
convento, no llevaron a [término] (palabra confusa en el original) la
maldad; una mano oculta sin duda los detuvo para que no llegaran a
profanarlo ni robarlo aunque hallaron por [desgana/deshonor/descuido]
(palabra también confusa en el original) o por casualidad francas las
puertas de aquel augusto santuario"
(carta fechada el 27 de junio 1808) (Ibid. Folio 82).
Quien sabe si algunos meses mas tarde, el propio napoleón en
persona, no pisaría este mismo camino, pues consta que en febrero de
1809 viajó desde Madrid a Astorga, y no existiendo aún la carretera
actual, bien podría haber utilizado el camino de Patacorines, a la
calzada real, del que conserváis por estas tierras todavía la memoria
viva de su trazado.
4. No quería terminar esta segunda entrega de mis desmemoriadas Memorias
sin deciros como encontramos almas generosas que cuidaron de nuestro
convento. En concreto quiero expresar aquí mi agradecimiento y rendir el
mismo homenaje que rindieron nuestros frailes contemporáneos, al párroco
de S. Román, -D. jerónimo Gómez se llamaba el-, gracias a cuyos desvelos
se conservó todo en buen estado durante los disturbios de los años de la
guerra, cuando nosotros, o por incapacidad, a por haberlo casi
abandonado sirviendo a los ejércitos, como os dije antes, no pudimos
cuidar adecuadamente de él. En el primer capítulo provincial que se
celebra al terminar la guerra, en la sesión del día 31 de agosto de
1815, consta en el Acta lo siguiente: "Informado
el Muy Reverendo Definitorio (el el nombre que recibe el Capítulo
Provincial) de lo mucho que se debe al celo y actividad del Sr. D.
Jerónimo Gómez, Cura párroco de S. Román del Valle, en la conservación
de aquel convento y de muchas de sus alhajas (sic) tubo(sic) a bien
determinar como un pequeño rasgo de gratitud que en dicho convento se le
hagan los oficios de entierro, honras y cabo de año con aplicación de
tres misas por cada individuo al tiempo de su fallecimiento, y que el
R.P. Ministro del expresado convento le haga presente lo que aquí
contenido y mandado y le dé las gracias en nombre de toda la Provincia"
(Ibid. folio 131)
Ya veis, pues. Entre gozos y muchos dolores fuimos peregrinando por
estas tierras los años anteriores a nuestra desaparición forzada y al
despojo total que sufrimos, como bien sabéis, no ya por los franceses,
ni por motivos de la guerra, sino por razones ideológicas o económicas,
perpetrado por nuestros propios gobernantes, cuyo efecto son las ruinas
que contempláis y lamentamos.
Me alegra comprobar que seguís peregrinando y haciendo
memoria de nuestra identidad, y os deseo que siendo inevitables los
cansancios y dificultades del camino, el gozo del encuentro y la alegría
misma de la peregrinación os acompañen hasta vuestra nueva etapa en
Paladinos.
Luis Rubio - Año 2008
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